Vilma Armellini ha respirado el aroma del brezo desde niña y ha asimilado la sabiduría de su padre Mauro, sus precisos movimientos para trasladar su forma de entender la pipa a la raíz sin forma.

Para los aficionados, el nombre Armellini ya lo dice todo o casi; para otros bastará recordar que fue de esta pequeña empresa artesanal de Barasso, en la provincia de Varese, de donde salió la pipa que el presidente de la República, Sandro Pertini, regaló al seleccionador nacional Enzo Bearzot en el triunfal Mundial de España de 1982.
Su padre falleció en 2004 y Vilma, la segunda de cuatro hermanas, decidió continuar con su trabajo. Era una forma de superar el dolor y no olvidar, pero también de poner en práctica los conocimientos adquiridos. Hoy somos la tercera generación de Armellini, ya que el hijo de Vilma, Matteo, también alterna sus estudios con el trabajo en el taller de la parte trasera de la casa: dos habitaciones y una entrada donde, en una estantería, se exhiben unas veinte "piezas únicas" en fila, algunas dedicadas a grandes artistas como Salvador Dalí y De Chirico.

Desde 2008 Vilma Armellini cuenta con un grupo de amigos y entusiastas que quisieron unirse en un Club para apoyar la prestigiosa marca y difundir el placer de la pipa. Entre las iniciativas en desarrollo, se encuentra un pequeño museo de la maquinaria utilizada en el pasado (a menudo construida o adaptada por el fundador de la empresa) y ahora reemplazada por herramientas más modernas.

Una pequeña exposición de obras maestras de Armellini, pero también de otros objetos (encendedores, bolígrafos y joyas, por ejemplo) que Vilma disfruta creando, se encuentra en una habitación de la casa, con vistas al mismo patio.
La primera en iniciar la producción aquí fue Rossi, una empresa legendaria que durante un tiempo fue la más grande del mundo. En aquel entonces, Mauro Armellini (en los años 50) era hojalatero. Empezó a trabajar para Rossi en su tiempo libre, según cuenta la leyenda, gracias a una apuesta hecha en el bar local. Posteriormente, surgieron y crecieron otras empresas, más o menos grandes. 

Armellini se fundó en 1959, cuando Mauro ya contaba con quince años de experiencia y, dada su excelente capacidad, decidió emprender su propio negocio. Tras la construcción del taller y gracias también al afortunado encuentro con un mayorista estadounidense, quien se enamoró de estas pequeñas obras maestras y decidió exportar las pipas Armellini al extranjero, la empresa alcanzó un éxito considerable de inmediato, sabiendo combinar alta calidad con precios accesibles. La participación del Club en concursos nacionales e internacionales, y los premios y galardones obtenidos, por ejemplo, de la Región de Lombardía y la Cámara de Comercio de Varese, son un incentivo para continuar con determinación.